Advertencia: ¡Esta entrada contiene una conclusión obvia, pero lea de todas formas!
Soy un varón cristiano de 40 y tantos. Estoy casado, y al presente vivo en Australia (aunque usualmente vivo en México). Disfruto del cricket, puedo cocinar un buen filete e iré felizmente a la playa. Como la mayoría de los hombres de mi edad, creo que tengo una habilidad por encima del promedio en la mayoría de los deportes –aunque no soy bueno con las herramientas eléctricas.
Pero cuando se trata de vivir la vida “correcta” de un varón australiano de mediana edad, estoy confundido.
Estoy confundido porque, cuando veo algún deporte, la publicidad y los comentaristas me están diciendo constantemente quien soy. Ellos dicen:
Eres un tonto que se comporta como si tuviera 19, y piensa que los elementos clave de una vida feliz son (sin ningún orden particular) tocino, divertirse con sus compañeros, y cerveza.
Eres un marido sin esperanza, a quien no se le puede confiar hacer la compra del supermercado, comprar ropa para los niños o expresar de manera articulada una opinión cuando se trata de color, estilo o apariencia.
Como padre, eres una broma. Tus hijos no te toman en serio.
El límite de tu habilidad para cocinar es organizar una pizza para llevar o quemar una salchicha.
Puedes construir tu propio destino.
La fidelidad en el matrimonio es un signo de debilidad; la infidelidad es un signo de un espíritu aventurero.
Si yo no soy un tipo duro y resistente, entonces soy un poco decepcionante.
Tu esposa de manera inevitable traerá un fin rápido y definitivo a cualquier actividad que puedas hallar agradable.
Tu situación social más cómoda está en un bar.
Pero cuando leo la Biblia, encuentro una imagen muy diferente. Dios me dice:
Hombres y mujeres son igualmente creados a la imagen de Dios (Gen 1:26-27)
A los hombres se les ha dado una tarea por Dios (Gen 2:15)
El hombre que permanece en la palabra y caminos de Dios será bendecido (Salmo 1)
Los hombres deben instruir y aprender (Prov. 9:9; 12:15)
Un hombre piadoso es lento para la ira, no se apresura a responder (Prov. 15:18)
Somos bendecidos porque Dios ha perdonado nuestros pecados (Rom. 4:8)
Somos miembros de un cuerpo, y servimos a ese cuerpo (Rom. 12:5; Ef. 4)
Nuestro valor se encuentra en nuestra identidad en Cristo (Ef. 1:11-14)
Somos hombres maduros cuando caminamos a semejanza de Cristo (Ef. 4:13)
Debemos trabajar para que podamos comer y compartir con aquellos que están en necesidad (Ef. 4:28; 2 Tes. 3:10)
Debemos amar y servir a nuestras esposas entregando nuestras vidas por ellas (Ef. 5:25)
Es importante la manera en que cuidamos de nuestras familias y nuestros líderes deben ser buenos modelos de esto (1 Tim. 3:4, 12)
Debemos animar a los hombres mayores como a padres, y tratar a las mujeres mayores como a madres y a las mujeres jóvenes como a hermanas, en toda pureza (1 Tim. 5:1-2)
Debemos de huir de las cosas del mundo y perseguir una vida piadosa (1 Tim. 6:11)
Debemos urgir a los varones jóvenes a auto-controlarse (Tito 2:6).
¿Listo para la obvia conclusión? Aquí viene.
Como varones cristianos, debemos ser dirigidos por la palabra de Dios y por Su deseo para un hombre cristiano, no por nuestros deportistas y comentaristas deportivos, publicistas, o auto-proclamados gurús de vida.
Pero aquí está la cuestión: si la conclusión es tan obvia (y pienso que lo es), ¿por qué es que nosotros como varones tan a menudo erramos al blanco? ¿Por qué es que caemos en las mismas viejas trampas de querer “ser uno de los muchachos” o “probarnos a nosotros mismos” a través de lo que publicamos en Facebook? ¿Por qué nos sentimos inadecuados cuando otros viajan al extranjero y nosotros no? ¿Por qué sentimos la necesidad de interpretar el papel del marido torpe cuando estamos con nuestras esposas y sus amigas? ¿Por qué no nos levantamos y lideramos cuando hay oportunidad? ¿Por qué no modelamos auto-control a la siguiente generación de varones, y lo elogiamos cuando lo vemos en ellos? ¿Por qué no queremos tomarnos el tiempo para aprender de hombres piadosos mayores, sino que nos precipitamos a hacer nuestras propias cosas?
Mi respuesta, y quizás la suya también, es que continuamente olvido quien soy en Cristo. Miles de veces al día, el mundo me dice: “¡Se de esta manera! ¡Se de esta manera!”, pero nunca “¡Vive tu vida en Cristo!”
La Palabra de Dios me dirá eso. Hermanos creyentes me urgirán a ello. Las hermanas creyentes me animarán en ello.
Mi trabajo es escuchar, orar por fortaleza y firmeza, luchar y ser una voz que anima a otros.
Traducido por Johan Estrada: Semillasdegracia.weebly.com